La Muerte silenciosa del Waterpolo

El waterpolo esta sufriendo poco a poco una muerte silenciosa. La mayoría de jugadores o clubes están ajenos a esta realidad pero lentamente se está produciendo el cambio que no deseamos para los amantes de nuestro deporte.

Es un hecho que la mayoría de piscinas que existen son de base deficitarias económicamente. El gasto que supone mantener una instalación así, de agua, productos químicos, luz, gas y personal hace que por sí sola no pueda generar ingresos. La inmensa mayoría de piscinas privadas se mantienen porque van acompañadas de gimnasios u otros elementos que generen ingresos para cubrir este déficit económico, aunque para estos centros deportivos privados es también un reclamo bastante importante de clientes. Por otro lado las piscinas municipales aunque también deficitarias se mantienen gracias a los impuestos de los contribuyentes y se ofrecen como servicio a la ciudadanía.

También a esto hay que añadir que la demanda del waterpolo de tener una piscina “entera” para entrenamientos y partidos hace difícil de gestionar y optimizar la cuenta de resultados de estas instalaciones.

De cualquier forma, en los últimos años para prevenir este gasto económico tan grande se están construyendo piscinas (y remodelando antiguas) de manera que la profundidad máxima de las mismas rara vez supera 1,60 metros. La tendencia es a construir piscinas pequeñas, poco profundas y con techos bajos. Con esto se consigue tener menos volumen de agua y reducir los gastos que hemos comentado antes.

Todo esto está muy bien para la economía de la instalación, pero es una enfermedad silenciosa para los amantes del waterpolo que va poco a poco va mermando nuestro deporte.

Debemos entre todos intentar buscar soluciones a este problema y compatibilizar sostenibilidad y economía con nuestra práctica deportiva.